¡Me llamo Mirna Sánchez! Tengo 27 años. Me gustaría compartir la lucha que llevé a cabo para lograr el primer y mayor objetivo que me propuse desde que conocí el budismo.
Todo empezó cuando en el año 2014, fui abusada sexualmente por mi compañero de facultad. En el 2015, luego de haber agotado todas las soluciones que la facultad me ofreció decidí realizar la denuncia judicial.
En el trascurso de la investigación inicial conocí el budismo a través de mi profesor de idioma japonés. Luego de aproximadamente 1 año, en junio del 2017, recibí el Gohonzon. Lo que me hizo decidir fue la calidez de las personas y la sensación de que a través de esta práctica podré lograr todo lo que me proponga.
Los objetivos que me propuse desde el inicio de esta práctica fueron: Ser fuerte para llevar adelante la investigación del caso, para sanar las heridas psicológicas y emocionales que me dejó, para reconstruir la relación con mis padres como también con mi entorno en general, para poder volver a confiar en las personas y por sobre todo volver a ser feliz.
A pesar de haber pasado dos años de la denuncia, no había avances debido a que ningún fiscal quería llevar adelante el caso. La falta de respuesta de la justicia me llevó a una decepción profunda. Las actividades Gakkai me ayudaron a no tocar fondo durante el proceso. Pronto, fui desafiándome a luchar no solo por mí, sino por la felicidad de los demás.
En abril del año 2021, atravesé uno de los obstáculos más difíciles, mi familia tuvo COVID. Tuve la buena fortuna de haber sido asintomática, esto me dio la oportunidad de cuidar a mis padres. En ese tiempo fue difícil poder entonar frente al Gohonzon, porque debía cuidar de ambos, aun así, entonaba mientras lavaba los cubiertos, cocinaba o desinfectaba la casa.
Lamentablemente, mi mamá empeoró y tuve que llevarla al hospital. Cuando se tuvo que quedar internada fue aún más difícil, porque debía trasladarme todo el tiempo de mi casa al hospital para poder cuidar a mi padre también. En el trascurso de los días en el hospital veía cómo las personas alrededor fallecían, trataba de evitar el llanto, pero cuando no podía más llamaba a mis compañeras de lucha. Ellas me alentaban a seguir firme.
Después de luchar por unos días, mi mamá falleció. Fue la experiencia más dolorosa que me tocó atravesar, no poder velarla ni verla por última vez. En ese momento recibí el aliento y apoyo de los miembros. Fue así como eventualmente decidí retomar las actividades Gakkai.
A dos meses del fallecimiento de mi mamá, me contactó la fiscalía para avisarme que mi caso tendría una audiencia preliminar, en la cual se decidiría si mi caso iría a juicio o no. Místicamente, una amiga de mi mamá me consiguió un abogado, quien me asesoró y llevó mi caso sin cobrarme sus honorarios, solo los gastos judiciales.
En ese momento pude sentir toda la protección del daimoku. La audiencia se decidió realizar de manera virtual, eso me alivió, ya que podía protegerme detrás de la pantalla de la computadora. En todo momento mis compañeras me enviaban palabras de aliento y ese gesto me hizo sentir acompañada.
Para evitar que la ansiedad y la angustia me ahogaran con todos los comentarios que escuchaba, entoné daimoku para fortalecer mi corazón. Al final del día me llegó la notificación de que la audiencia salió a mi favor y el caso pasaría a juicio oral y público.
Después de años de entonar daimoku para llegar a juicio, por fin lo había logrado. Lo que debía afrontar no iba ser fácil, pero estaba lista, porque después de haber afrontado la muerte de mi mamá las cosas ya no me daban miedo como antes.
A finales de febrero de este año 2022, inició la audiencia del juicio y fue la primera vez después de años que vería personalmente a mi abusador. Al llegar al palacio de justicia tuve una sensación de que quería correr o rendirme, pero al ver a mis amigos y familiares acompañándome, ellos me alentaba a seguir adelante.
El día que tuve que testificar estuve sumamente nerviosa, no quería volver a pasar por todo ello nuevamente, pero resistí mucho estos años como para rendirme. Al terminar, sentí que me sacaron un gran peso de encima.
Coincidentemente, en esa misma semana me llamaron para ofrecerme un trabajo, el horario propuesto era accesible y el sueldo me ayudaría a pagar los gastos para terminar mi carrera universitaria. No dudé en aceptar. El mismo día que fui para la entrevista, ya fui contratada. Además, me otorgaron permiso de ausentarme unos días debido al juicio.
Las siguientes audiencias fueron las más difíciles, porque debía estar presente y escuchar todo lo que decían sobre mí. En algún punto me hacían sentir como si yo fuera la culpable de todo.
En ese momento recordé un poema de Ikeda Sensei que está en La nueva revolución humana, vol 4: «Ardiendo de esperanza, enfrento el oleaje bravío. Y aunque me halle en la pobreza, aunque otros se rían o me ridiculicen, obsérvenme; resisto pacientemente. Me exhorto: Primero trabaja duro con toda la fuerza de tu juventud. Aunque algunos te desprecien muestra siempre una sonrisa. Con el corazón en llamas, avanza con fuerza y en línea recta a lo largo del sendero escogido. Sonriendo radiante, serenamente, ante el arduo camino que aguarda, hoy una vez más, avanzare contemplando el cielo, hacia la cúspide de un futuro repleto de esperanza».
El día de la toma de decisión de los jueces sobre mi caso, en el momento que esperaba mientras deliberaban, me pasaban muchas cosas por la mente, al iniciar con la demanda ni una fiscal tenía esperanza de que mi caso llegaría a juicio, pero a pesar de todas las expectativas lo había logrado, no importaba cual fuera la decisión de los jueces, todo lo que superé para llegar allí fue una gran victoria.
Cuando los jueces dictaron la sentencia y salió a mi favor, no pude creerlo. Todo lo que había aguantado, las lágrimas que derramé para llegar a ese momento no fueron en vano, había logrado mi primer gran objetivo.
¡Muchas gracias!